EXPOSICIÓN EN ESPAI D´ART BOIRA

martes, 18 de enero de 2011

Diseccion de la obra de Jesus Coyto por Tito Del Muro

Retazos de una realidad imaginada

Comentarios sobre la obra de Jesús Coyto

Por Tito del Muro






Nunca haga aquello por lo que no quiere que se le conozca.
Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense.


     Por ese motivo Jesús deja en su obra su huella, su particular forma de entender el lenguaje de la plástica, de usarlo para comunicar su mensaje, su intención.
     Jesús arrastra hasta sus obras su experiencia vital. Vida plena, vida vivida con los ojos siempre bien abiertos al mundo que le rodea, a las gentes que le rodean. Y captura esa realidad cercana a veces, lejana otras, pero siempre próxima al espectador en su obra.
     Pero no se limita como tantos otros a reflejar de manera más o menos virtuosa esa materia viva o inerte de forma fidedigna como los pintores realistas o de forma concep-tualizada como los abstractos, sino que mata la realidad a tijeretazos, la descuartiza y desmenuza para sacarle el alma que se escondía dentro de la materia. Y luego, jugando a crear, crea, recrea, compone, recompone. Con habilidad va seleccionando cada miem-bro de esos cuerpos desmembrados, los cose con el sutil hilo de imaginación y lograr construir una realidad distinta, propia y singular, salida de su creatividad y de su capa-cidad de abstracción. Una realidad hecha de realidades, de fragmentos de vidas corrien-tes, de paisajes corrientes que ahora se aprecian en majestad al formar parte de una his-toria mayor creada y contada por la plástica de Jesús Coyto.
     La obra de Jesús Coyto requiere sumergirse en ella, adentrarse como lo haría un explorador, paseando por toda la superficie, deteniéndose en cada esquina en cada re-coveco. Pues en cada porción de terreno andado con los ojos, se puede encontrar un detalle singular, un fragmento de un todo, tan importante en si como en el todo a que pertenece y contribuye a llenar.
     Es una obra la suya para mirarla despacito, recreándose en cada detalle, adivinando el mensaje enhebrado entre la urdimbre de texturas.
     Sí. Hay que observarla despacio, porque son muchas las piezas que componen su es-tilo plástico. Así, con paciencia y sensibilidad descubrimos el ingente trabajo aplicado en cada obra. Trabajo intelectual pues Jesús se inventa una trama, selecciona a los per-sonajes y los ambienta para contar una historia. Trabajo de creatividad para darle ese to-que único que lo distingue. Trabajo técnico. Sólo la experiencia y la sabiduría propor-ciona las armas que él usa, aplicando con maestría sus conocimientos interdisciplinares que van desde la pintura a la fotografía.
     Y una vez que ha compuesto, vuelve a descomponer, rompiendo de nuevo su obra para darle humanidad con las imperfecciones calculadas que le dan vida terrenal arran-cándola del mundo de los sueños, de lo imaginado, haciendo mortal su obra eterna. Y la cubre con materia para darle consistencia.
     Así, superponiendo, quitando y poniendo, logra que su obra adquiera el estatus de atemporal garantizando su supervivencia en el tiempo y alejándola de la futilidad y caducidad de las modas. Porque es una obra que nunca acaba de verse del todo, que a cada nuevo vistazo se aprecia un detalle, una intención, un gesto no visto antes. Es su obra una inversión duradera y sólida. Un trozo de la Historia del arte contemporáneo.
     Pero a pesar de todo esto, de su maestría en el uso de técnica y materiales, de su afán innovador y aventurero, de su búsqueda constante de nuevas experiencias plásticas que logren emocionar al espectador de su obra, yo destacaría, aún por encima de todas estas cualidades plásticas y estéticas una, la que a mi entender produce esa sensación especial que se siente al contemplar su trabajo.
Y esta cualidad destacable  es la atmósfera que logra en sus creaciones. Un atmósfera que abraza cada cuadro cubriéndolo con el velo de lo ignoto, retando al público a levan-tarlo. Una atmósfera propia de lo velado del genio creativo. Una atmósfera sutil y cauti-vadora que envuelve a los sentidos para sumergir la razón en el mundo de la pasión, mutando  la realidad en ensoñación y llevando al espectador al terreno de lo espiritual.
      Es cosa sabida que la obra de un artista, cuando lo es de verdad, de raza, es una ra-diografía del alma de su creador. Pocos ejemplos de este axioma encontraremos tan claros como en el caso de Jesús Coyto.
     Viajero impenitente, curioso de la vida, vividor de la naturaleza humana y el arte, su avidez de conocimientos y experiencia se trasmite a su obra. Su inquietud intelectual y sobre todo sus ganas de vivir y de crear, su compromiso con el arte y la cultura, la soli-dez de su carrera, son los acordes armoniosos que acompañan a la melodía de su crea-ción.
      Y para terminar como empecé: otra cita recurrente.

¡Cómo! ¿Nada de crítica? No. El genio es una entidad como la naturaleza, y quiere, como ésta, ser aceptado pura y simplemente. Una montaña se toma o se deja. ¡Hay gente que hace la crítica del Himalaya piedra por piedra! Todo en el genio tiene su razón de ser. Es porque es. Su nombre es el reverso de su luz. Su fuego es una consecuencia de su llama. Su precipicio es la condición de su altura.

Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés.




25 de diciembre de 2.010

Tito del Muro
escritor